viernes, mayo 18, 2007

¿Qué tanto sabemos de la vida de Manuel Murillo Toro? Góngora

¿QUE TANTO SABEMOS DE LA VIDA DE MANUEL MURILLO TORO?

Por Andrés Felipe Góngora

Mucho se ha escrito sobre la vida y obra de este Ideólogo liberal, estadista y periodista tolimense, pero que tanto ha leído usted sobre él; pues aquí les entrego una nueva oportunidad de conocer a ese maravilloso hombre de pequeña estatura y gran corazón, que dedico su vida al servicio de la Patria.

Manuel Murillo Toro nació en Chaparral enero 1 de 1816 dos veces presidente de la República. Nacido en un hogar de escasos recursos, Manuel Murillo Toro hizo sus estudios primarios en su ciudad natal; los secundarios, gracias a la colaboración de algunos amigos pudientes, en el Colegio San Simón de Ibagué. Luego pasó a Bogotá a estudiar, a instancias de su padre, la carrera de medicina, que nunca terminó por dedicarse al Derecho. Para su manutención en la capital se colocó, en los ratos libres que dejaba la academia, como amanuense de Vicente Azuero.

Fue tan precaria la situación del joven provinciano en la capital de la República, que casi tuvo que renunciar a sus estudios y regresar al solar paterno. Gracias a Lino de Pombo, a la sazón ministro de Relaciones Exteriores de la administración de Francisco de Paula Santander, no tuvo que retirarse pues fue nombrado oficial interno de la Cancillería, con un sueldo de $ 360 anuales. Con esa relativa comodidad logró terminar su carrera en 1836. De 1837 a 1840 se desempeñó como oficial mayor de la Cámara de Representantes. Desde entonces se delineó en Murillo Toro su poca aptitud para el foro, pero su gran capacidad para ejercer empleos públicos. Se acercó mucho más al grupo santanderista cuando se erigió en crítico de la administración de José Ignacio de Márquez. Colaboró con los medios escritos de la oposición, en la Bandera Nacional, El Correo y El Latigazo, desde donde empezó a vislumbrarse como un "educador político", como el "rey de la prensa".

El papel de ideólogo propulsor del cambio de las estructuras coloniales ya sobresalía en el joven escritor. Participó activamente en la guerra civil de 1840, al lado de los ejércitos liberales progresistas y federalistas, llegando a ser secretario de Guerra de la mayoría de los jefes supremos revolucionarios, empezando al lado del coronel Manuel González, comandante jefe de las provincias del norte. Fue, así mismo, secretario de Guerra del gobernador de la provincia de Mariquita, coronel José María Vezga. Ante los desastres sucedidos a estos militares, y tras la muerte de González, Murillo Toro, al mando de las derrotadas tropas liberales, adhirió al general Francisco Carmona, supremo jefe de la Costa Atlántica, quien lo ratificó en su cargo.

Le tocó soportar los desastres y traiciones a las tropas rebeldes. Luego se desempeñó como comisionado para el restablecimiento de la paz. Obtenida ésta, fue perseguido como criminal por las autoridades locales de las provincias del norte. El coronel Anselmo Pineda, gobernador de Panamá, lo designó como su secretario en 1843, cargo que ocupó peregrinamente, pues en 1844 se estableció en Santa Marta, donde contrajo nupcias, en 1845, con doña Ana Romay Cabarcas, de cuya unión no quedaron vástagos. Murillo Toro concurrió por primera vez al Congreso Nacional a los 30 años, en 1846, elegido por la provincia de Santa Marta.

Murillo Toro fue, ante todo, un administrador positivo y realista, pero siempre de signo reformista; sus tesis a menudo fueron avanzadas para la época. Consideraba, como los radicales, que había que construir una Nación, y para ello había que situarse al nivel de la evolución de las ideas. Inició su carrera pública con un brillante desempeño en la Secretaría de Hacienda en el gobierno de José Hilario López desde donde le tocó adelantar las grandes reformas de medio siglo, que sacaron a la Nación del espectro económico de la Colonia y la circunscribieron dentro de la órbita de la economía mundial liberal. Civilista y conciliador, Manuel Murillo Toro llegó al poder por primera vez en 1~864-1866, y luego en 1872-1874. Gracias a su espíritu sereno, a su tacto de administrador y a su enorme visión progresista, pudo desarrollar uno de los mandatos ejecutivos más célebres de la historia colombiana.

Su permanente lema de gobierno fue: La paz con libertad y por la libertad?. Según Ignacio Arizmendi Posada, ?de su obra de gobierno se puede resumir lo siguiente: fundó el Diario Oficial como instrumento básico para divulgar los actos más importantes de la gestión encomendada; introdujo el telégrafo, uno de los pasos más trascendentales para el progreso del país; ordenó la elaboración de los primeros mapas de nuestro territorio, basándose en los útiles trabajos de la Comisión Corográfica.

En su segundo gobierno, Murillo trató con éxito el problema viejo de la deuda interna y externa de la Nación, que logró reducir notablemente, lo que permitió adelantar obras públicas. en este gobierno se adelantó la navegación por el Magdalena, se inició la construcción del ferrocarril de Buenaventura, Bogotá contó con iluminación pública de gas. Pero la faceta que más se destacó en su vida fue la del conductor político, el caudillo netamente civil. Antonio Pérez Aguirre dijo, acerca de Murillo Toro, que siempre representó la normalidad en el gobierno y la tolerancia política y religiosa.

Todos los sectores políticos lo respetaron e incluso sus dirigentes reconocían en él talento de escritor convincente y sagacidad política: ?Las gentes humildes lo rodeaban con entusiasmo fervoroso por sus constantes actuaciones democráticas, y hasta los propios adversarios de sus ideas tenían que reconocer las capacidades del nuevo mandatario y su espíritu sereno y moderado>, Político destacado, su campo de acción siempre se circunscribió al ámbito civil. Un reformador típico y uno de los máximos dirigentes de lo que se Llamó el Olimpo Radical.

Murillo Toro combatió toda posible intervención del Estado, dejando la economía a la libre acción y ejercicio de la iniciativa privada. AI Estado sólo le dejó la órbita de la prevención y de la sanción de los delitos, ?la conservación del orden público y la defensa del país desconfió del exceso del poder público. El Estado para Murillo debía ser, ante todo, laico, fuera de la órbita de la injerencia confesional. La tolerancia política y religiosa debía ser la principal directriz del gobierno. En esta tesis se adelantó a su época, llegando a presentar un proyecto de ley sobre asuntos eclesiásticos que fue acogido favorablemente por el delegado apostólico monseñor Lorenzo Barili, pero que fue criticado e inaceptado por el partido conservador y por la jerarquía eclesiástica granadina. Según su proyecto, no habría religión oficial, ni el Estado se mezclaría para nada en lo que se refiriera a las creencias y cultos de los ciudadanos, mientras no atentaran contra el orden y la paz; cada cual podría contraer o disolver el vínculo matrimonial de acuerdo con sus creencias.

Murillo Toro fue el impulsador de las grandes reformas de mediados de siglo, como la abolición de privilegios y monopolios, de la pena de muerte, del estanco del tabaco y de la esclavitud; el juicio por jurados, la libertad de prensa, de industria, de enseñanza, de asociación, de conciencia y de cultos. Ninguna doctrina de contenido social lo asustó. Durante su primera juventud, contribuyó como periodista a divulgar a Sismondi, SaintSimon, Fourier y Proudhon. Por sus ideas socialistas recogió el baldón público con que lo regalaron los hacendados y conservadores de su época, quienes lo calificaron de disociador, anarquista, socialista y comunista Fue un agitador revolucionario, aun como hombre de gobierno.

Por otra parte, Murillo Toro fue un gran escritor, mejor aún, un político escritor; nunca fue orador ni literato en sentido estricto. Su arma fue el periodismo, porque era un hombre de combate. fue un periodista, como casi todos los escritores de su tiempo, sin cobardías, sin miedo a las responsabilidades, sin vacilaciones trémulas. Fundador de la Gaceta Mercantil (1847) de Santa Marta, colaborador de El Constitucional y El Neogranadino, y director algunos años de El Tiempo, consideró a la prensa como un factor dinamogénico para el progreso y la libertad.

Fue uno de los grandes defensores de la libertad de prensa y del libre ejercicio de la profesión de escritor o periodista; siempre sostuvo la tesis: La imprenta libre e independiente es una necesidad de primer orden para la marcha de los gobiernos honrados, para depurar el servicio y corregir los vicios y, por lo mismo, conviene sostenerla en su impunidad y apoyarla cuando se extravíe. Esa concepción no fue para él un mero sofisma de distracción y plataforma política; fiel a sus ideas, siempre la respetó, aun cuando el abuso de la prensa de oposición lo Llegó a atacar sin miramientos. El radicalismo de Murillo Toro fue ideológico, jamás partidista.