La reforma política en Colombia
Por Carlos Enrique Lozano Martínez
Es precisamente este el contexto en que aparece la regeneración, que no es más que el fruto de esa peculiar creencia del Siglo XIX, de que los Estados podían institucionalizarse partiendo de la formalización hacia la materialización de ellos, cuando la realidad demuestra que el punto de partida es la vía contraria. Peor aún puede describirse nuestra situación, partiendo de que todos los males que se originaron y que se fueron agudizando desde la promulgación de
De este modo el estratagema consistiría: en consagrar una nueva visión de la costumbre que se plasmaría en
El primero de ellos, era el referente a las relaciones entre el Estado y
El segundo consistía en institucionalizar una Nación y no fomentar un conjunto de ellas como lo pretendía
El tercero de los problemas, y más íntimamente relacionado con el orden público, era el referente a la multiplicidad de Ejércitos existentes en el territorio de
Y finalmente, el cuarto de los principales problemas lo constituía el sufragio, pues en el estado de orden público descrito en el punto anterior, las elecciones se convertían en la mayoría de las ocasiones en un verdadero campo de batalla entre los distintos partidos, y por otro lado, se tornaba el voto no en el ejercicio libre de un derecho, sino en la obligación de elegir por medio de la coacción. Para ello
Estos aspectos, que siendo los más representativos de la crisis institucional de la época tuvieron así, cada uno, su respectiva medicina; cosa que solo se pudo a través de la acción política, que para ello giró en torno casi exclusivamente en el Ejecutivo. Pues, en tutela del orden público se reservó la iniciativa legislativa durante el período regenerador mediante el Estado de Sitio, figura para ese entonces útil y novedosa. No obstante, de todo lo dicho hasta el momento podríamos preguntarnos: ¿si el estado de cosas realmente cambió, por qué con posterioridad a la regeneración surgieron crisis con similar intensidad? Para responder a ello es a lo que se encamina esta breve reflexión, que tiene por objeto de análisis: el ejercicio de la oposición política en el plano legislativo, como la causa generadora de muchos de nuestros antiguos y actuales problemas.
Decimos esto, en virtud de que nuestra propia historia nos ha enseñado que solo los períodos de concordia entre los partidos tradicionales, son los que han procurado tiempos en los que ha sido posible darle un manejo rectilíneo a la política. Es decir, han permitido fijar objetivos claros, que a su vez, permiten observar resultados evidentes. Esto sin embargo ha sido la excepción, y lo será, por la lógica de la necesaria oposición. El problema, por ello decimos, gira en torno concretamente en el ejercicio legislativo, ya que cuando media acuerdo sobre las leyes, media acuerdo sobre las acciones encaminadas a cumplirlas. Cuando esto no sucede, es decir no hay acuerdo común o mayoritario sobre el plano legislativo queda sólo la vía del trabajo a través de la acción, que por sí sola no es suficiente, y contribuye precisamente a alejar cada vez más a los partidos olvidándose ellos del pueblo y sus intereses, para redundar en torno a problemas fuera de lo político, en el sentido estricto de la palabra.
Por tanto, somos de la opinión que afirma que ha sido este el factor común de nuestra política desde la independencia, y en virtud de ello es que podemos responder esa pregunta a la que hicimos alusión, pues es esta la razón por la que con posterioridad a la regeneración tuvimos crisis similares para la cual ella se ideó. Teniendo en cuenta que hemos catalogado este problema como un factor común de nuestra política, se hace necesario observar como se ha manifestado en el contexto de la regeneración antes de que ella fuera una realidad. Aspecto que veremos por medio del mismo Rafael Núñez, y de ello podremos inferir que el éxito de ella no radico en más, que en la concordia temporal que medió entre los partidos, lo cual se tradujo en el Partido Nacional.
Ahora, antes de empezar a dilucidar algunos de los matices de ese problema que nos da a conocer Núñez en su obra, es menester aclarar que este ensayo está destinado a identificar el problema y a hacer algunas propuestas en función de que se corrija, más no buscar su origen o sus causas, pues si de esto se tratare tendríamos que concluir que el bipartidismo es la causa del problema, y propugnar por su anulación sería eliminar de tajo la democracia, y no es este nuestro modo de ver la situación.
Uno de los ensayos de Núñez titulado “
Esto se comprueba en otro ensayo titulado “Historia de
De este texto se infiere claramente que el problema no era, ni es nuevo hoy día, pues el mismo Núñez coloca entre paréntesis la expresión “como también en tiempos anteriores” para designar que se trataba de un problema con vocación de permanencia en nuestra historia.
En su ensayo titulado “Confidencias Políticas” nos dice: “la ausencia general de principios ha hecho que a todo se sobrepongan intereses individuales y que impere la desconfianza. No habiendo fe en nada que dependa de otro, cada cual busca, por cuenta propia, lo que le conviene, y en esa pesquisa no tiene embarazo en hacer uso de cualquier medio, por vedado que sea. El espíritu de partido se ha debilitado después de haber desaparecido el patriotismo y la moral de la cima del movimiento político. La palabra de orden es enteramente anárquica: sálvese quien pueda, y de la mejor comunidad liberal no quedan ya sino fragmentos dispersos que los independientes tratan de reanudar proclamando ideas elevadas, que neutralicen la disolvente acción de las aspiraciones pequeñas, contradictorias, múltiples e insaciables”.
Ello nos muestra como en función de caprichos y banalidades se olvida lo que realmente es la acción política. Los partidos en lugar de vivir enfrentados, antes en guerra, hoy con la crítica sin propuesta, deberían estar combatiendo entre sí, en función de ganar la opinión pública, es decir la favorabilidad del pueblo. Pero la realidad lo que muestra es que el último interviniente en estos conflictos lo es siempre el pueblo, pues es al primero a quien se da la espalda, y la ley que deberían estar haciendo a favor de él, siempre en estos momentos se encuentra en el limbo. Esto último jalonando el tema a la actualidad.
Por último, en su ensayo titulado “Regeneración o Rehabilitación” nos dice: “Fue en ese último año cuando una gran masa de miembros del partido liberal pensó en la conveniencia de una sustancial reforma administrativa, y propuso a la consideración del país, para iniciar su realización como Presidente de
Esto hace más evidente aún, lo polarizado que se encontraba el ejercicio de la oposición, tan evidente era que se propuso un ciudadano alejado de la política activa, el General Santos Gutiérrez, para ver si se podía cambiar el rumbo de ella y el estancamiento en que se encontraba.
En consonancia con todo lo anterior, para poder ubicar estos problemas en la actualidad, cabe precisar lo siguiente: en el Siglo XIX la oposición se traducía – por razón de las condiciones sociales y por supuesto institucionales – en la violencia. Hoy por hoy, esto ya no acontece así, y por ello hemos hecho énfasis en el ejercicio legislativo. No obstante, si es verificable un factor común, el olvido de la acción política, por consiguiente del pueblo y sus intereses que es a fin de cuentas la finalidad de toda oposición. Por lo tanto, teniendo en cuenta ese factor común el cual se pretende evitar y sobre el cual radicarán las propuestas, tomaremos las siguientes consideraciones.
Ya a finales del Siglo XIX nuestros políticos podían evaluar el devenir de nuestra institucionalización, y ya era susceptible verificar que formas de ésta eran las más idóneas para el buen desempeño de nuestras instituciones. Por ejemplo: no era un misterio para Núñez que
Como para trasladar el problema también a la actualidad nos hemos limitado al plano del ejercicio legislativo, podemos observar al respecto que
En segundo lugar tenemos lo siguiente: a lo largo de nuestra evolución constitucional fue común en muchas o en la gran mayoría de nuestras Constituciones que el acceso al Congreso fuere restringido a personas con un determinado estatus económico – ello iba encaminado a que accedieran al poder personas con mayor preparación, lo cual nos parece totalmente lógico e idóneo -, en nuestra actualidad propugnar como restricción un nivel de ingreso o capital resultaría discriminatorio y contrario a nuestra Constitución. No obstante, si el requisito, con el mismo fin (preparación e idoneidad para el cargo) fuere de carácter eminentemente profesional, nos parecería perfectamente viable y concorde a la misma Carta. Pues, si alguno oponiéndose alegara la privación de los derechos políticos, nosotros asentiríamos que es consecuente al preámbulo y a los fines del Estado Social y Democrático de Derecho. Ya que la garantía de un “orden político, económico y social justo” es más tangible y menos utópica, si los representantes del pueblo tuviesen una preparación mínima a titulo de exigencia, que los hará más idóneos para ejercer y asumir las responsabilidades que el cargo les impone.
En tercer lugar y en atención a nuestras anteriores Constituciones, observamos que todas preveían la elección del Senador por circunscripción territorial- acudiendo a la terminología de nuestra actual Constitución-, aspecto que necesariamente impone al elegido la necesidad de actuar como representante de la razón de población que lo eligió. Con el sistema actual nacional se fomenta el olvido de algunas regiones y zonas apartadas del territorio, pues es común en nuestra actualidad que un Senador del Valle del Cauca gestione obras para Boyacá por ejemplo, o que muchos Senadores debatan toda clase de temas y proyectos menos los correspondientes a la región a la que pertenece, o peor aun, a la que lo eligió. Se ha tornado costumbre política la consecución de votos en regiones muy apartadas o incluso desconocidas, las cuales una vez electo el Senador, no volverá a mirar.
En cuarto y último lugar hacemos alusión al número de Congresistas. Algunos opinan que en nuestro sistema el bicameralismo es poco útil, pues las competencias de una y otra Cámara no marcan diferencias trascendentales, como si sucede en el sistema Ingles o el alemán por ejemplo, y por ese motivo pregonan por eliminar la dualidad de Cámaras y reducir el número de Congresistas para agilizar la acción política. A nuestro parecer nos parece idóneo reducir el número de curules, pero con el mantenimiento de las Cámaras con fundamento en el trámite de las leyes. Pues, al tener que pasar por una y otra Cámara se hace más minuciosa la revisión de los respectivos proyectos, y el texto que finalmente se apruebe no surtiría tantos problemas de exequibilidad como podría suceder con aquellos que se sometieran a una sola sesión plenaria en virtud de un sistema unicameral.
Propuestas tan sencillas como estas contribuirían al fomento y la eficacia de la acción política y podríamos contar con un país más preocupado por su desarrollo territorial en todos los campos.